La mente
meditativa. La quietud sentado
Aunque la
diversidad de las posturas y movimientos es una de las expresiones externas más
evidentes de Yoga, en particular de Yoga Dinámico, ambos, las posturas y
movimientos, habilitan y familiarizan el cuerpo y la mente para la quietud
sentado, donde todo tiene la oportunidad de profundizarse y resolverse. Esto puede ser invitado prácticamente
en cualquier lugar, y por todo ello la presento como mi postura favorita. Lo
único que necesitamos es el soporte de un asiento tan alto como sea necesario
para poder quedar sentados en el borde frontal de los huesos de los glúteos
(los isquiones) en el borde frontal del soporte (ya sea una silla, cojines,
mantas, esterilla de yoga enrollada, etc) para que la pelvis pueda quedar
ligeramente inclinada hacia delante y la columna vertebral (particularmente la
espalda baja) pueda quedar cómodamente con sus curvaturas naturales, y la base
en piernas o pies en tanto contacto estable con el suelo como sea cómodamente
posible.
Invitando
abiertamente a todo el cuerpo a relajarse tanto como sea posible. Desde la
periferia en pies y manos, a través de las piernas y los brazos hasta la pelvis
y la caja torácica, todos los músculos alrededor de la cara y el suelo pélvico,
toda la piel y la respiración. Dejando fluir todo tan abierta y libremente como
sea posible, todas las sensaciones, incluso la actividad mental. Se trata de
entrega, de soltar dejando fluir todo libremente asentándose en la lucidez de
la quietud vertical. Como autoindagación. No como autocontrol, ni autoregulación,
en cuyo núcleo se encuentra el controlador tratando de conseguir algo, y no es
posible librarte de tí mismo.
La mente
meditativa no viene de una técnica ni práctica, sucede sólo de relajar en lo
que esta ocurriendo de hecho, incluyendo lo que está sucediendo en y como la
mente. Por eso es muy difícil beneficiarse de la meditación sin practicar
mucho. A no ser que nos demos cuenta que al no ser una técnica, la mente
meditativa (que es meditación) puede suceder en cualquier lugar, en cualquier
circunstancia en la que podamos relajar lo suficiente para volvernos
conscientes de lo que está ocurriendo en y como la mente.
Hay mucho más en
relación a la mente meditativa que el mero relajarse y disfrutarse. La inteligencia de la mente está
designada funcionalmente para que podamos ver claramente, reconocer lo que está
ocurriendo y podamos actuar acorde a ello. Cuando la mente pueda sentirse a
salvo se relajará completamente y perderá su preocupación con lo que está
ocurriendo alrededor de ella. Pierde interés y apego en lo que está sucediendo
alrededor de ella sin disciplina ni fuerza ni control requerido. Sólo hemos de
sentirnos a salvo, lo suficientemente a salvo para relajarnos lo suficiente,
para no estar preocupados por nada de lo que pueda estar sucediendo alrededor.
Podemos intentarlo en un aeropuerto (como en la foto). Si podemos meditar en un
aeropuerto, podemos meditar prácticamente en cualquier lugar. Si puedes
relajarte de veras y no preocuparte por nada que tu imaginación pudiera sugerir
que pudiera sucederte. Y así podemos entender profundamente lo que implica
sentirse a salvo. Lo suficientemente a salvo como para poder relajarnos
pudiendo perder interés por el mundo externo, de modo que nuestra inteligencia
e interés se encuentran naturalmente focalizados en el interior, como
autoindagación. Nuestra inteligencia natural volviéndose sobre sí misma, y
comenzando a reconocer la presencia y naturaleza de su propia actividad.
Todo ello está
sucediendo de todos modos en la práctica postural de yoga cuando ésta es con
integridad otorgada a la inteligencia del cuerpo a través de sensibilidad a las
sensaciones. En otras palabras, es meditación desde el principio. No es una
preparación para algo mejor que vaya a venir luego.
Pero ¿cómo de a salvo se siente tu mente cuando estás en una postura corporal
demandante en contraste a cuando estás en una postura de relajación? No tan a
salvo, de modo que la inteligencia de la mente ha de ocuparse de nuestra
seguridad, evaluando qué ha de hacerse, lo cual implica que hay una fluctuación
dentro de las posibilidades meditativas de la práctica postural de yoga, acorde
a cómo de cómodo y estable estemos (stiramsukam). En teoría estar cómodo en
cualquiera de las muchas posturas de yoga es una invitación a la mente
meditativa, y lo es, pero no es una invitación muy profunda comparada con venir
a quedar quieto en la verticalidad de sentado. Esto es por la naturaleza del
sistema nervioso humano en sí.
De modo que venir
a sentarnos en verticalidad estable, es parte importante e indispensable, y
puede suceder en cualquier momento del flujo de nuestra práctica de yoga y
vida. Si nos volvemos íntimos escuchando verdaderamente el cuerpo, quedaremos
en contacto con la mente, y puede que vengan momentos en los que la mente lo
único que querrá hacer es volverse hacia sí misma. Así que permitámoslo,
viniendo a sentados quietos, no tenemos que esperar a un momento especial o
formalizado.
Pero, ¿porqué
querría la mente volverse hacia sí misma?
Podríamos decir que por dos razones. Una, porque sabe o ha aprendido el
deleite que es hacerlo, y quiere disfrutarlo. Y otro tipo de razón más
pulsante: todos nosotros hemos estado vivos algún tiempo y hemos hecho muchas
cosas, y muchas nos han sucedido, y algunas de ellas no han sido placenteras,
sino incómodas o dolorosas. El problema con el dolor es que no nos gusta y no
lo queremos (y es importante que no lo quieras porque si no estarías muerto
hace mucho tiempo), y cuando la mente comienza a sospechar en base a memorias
de experiencias pasadas que el dolor está por venir, trata de rehuirlo mirando
hacia otro lado, quizás trata de evitarlo ocupándose en algún tipo de proyecto
futuro, o tratando de recordar algo agradable que pasó en el pasado o alguna
fantasía reafirmante o lo que sea. Y entonces sucede una división o corte en el
que la energía que está entrando en el cuerpo no se encuentra con la mente
consciente, y se deposita produciendo lo que un psicoanalista podría llamar un
nudo, bloqueo o armadura, y nuestros cuerpos se llenan de energías de experiencias
pasadas no resueltas, que no fueron resueltas porque no estábamos plenamente
presentes. Estas energías dentro de nosotros inconscientemente determinan
nuestras acciones y reacciones, de un modo que evitamos inconscientemente ciertas cosas y reaccionamos
inconscientemente ante ciertos estímulos.
Todas esas energías viven en nosotros como molestias, pero como cualquier cosa
viva, quieren expresarse a sí mismas y resolverse. La resolución de esas
energías sólo puede suceder encontrándose con lo que lo las abandonó en primer
lugar, conciencia consciente.
Algunas veces la
práctica postural de yoga moviliza algunas de esas energías, que por supuesto
quieren resolverse, y pueden, pero sólo en la luz de conciencia consciente.
Gran parte del fruto de la práctica de posturas y movimientos de yoga es
invitar este tipo de resolución. Nuestra mente sabe cuando eso es posible. Así
que si sentimos quedarnos quietos, nos quedemos y si no podemos habilitarlo. Es
mucho más probable que suceda en la lucidez de la verticalidad de la quietud
sentado que en ningún otro lugar.