Mi maestro de meditación, Guen Kelsang
Tharpa, para ilustrar sus enseñanzas
budistas, siempre nos contaba la historia
de un monje muy peculiar: Geshe
Bengungyal. Este monje, no se sentaba a
meditar de la manera tradicional, tampoco hacía ruedas de oración ni nada por
el estilo. Los demás monjes lo tenían
por un vago e incluso era criticado por su actitud aparentemente poco
disciplinada. Sin embargo, el mencionado Geshe, se pasada las 24 horas del día observando su
mente, sus pensamientos y sus intenciones.
Por cada pensamiento virtuoso (positivo) ponía una piedra blanca y por
cada pensamiento no virtuoso (negativo) ponía una piedra negra. Al final del día contaba el número de piedras
blancas y de piedras negras. Si las
blancas superaban a las negras se felicitaba y si las negras eran superiores a
las blancas se volvía más consciente de que tenía que trabajar más para refinar
sus pensamientos.
Con esta enseñanza el maestro nos
quería decir que lo importante es como llevamos la enseñanza a la
práctica. Podemos pasarnos horas y años
meditando, alcanzar niveles de paz sublimes pero al salir de la meditación y volver
a la vida cotidiana, dejarnos invadir por multitud de pensamientos distraídos, negativos o de dudosas intenciones, incluso, a veces más que si no hubiéramos estado meditado. Realmente meditar así no sirve para
nada. Únicamente para tener un rato agradable como el que
podríamos tener tomando cualquier tipo de droga.
Entonces, para qué nos sirve la meditación? Para mi la meditación es un entrenamiento de
la mente en atención. En darte cuenta de
lo que está realmente sucediendo dentro y fuera de ella, si es que hay fuera de
ella. Reconocer el dolor que provocan los pensamientos negativos y el gozo que provocan los positivos y las buenas intenciones.
Reconocer la maraña de
pensamientos distraídos y las jugarretas
de la imaginación durante la meditación, nos
facilita ver que el mismo juego de la mente está sucediendo las 24 horas
del día. El momento posterior a la
práctica de la meditación es la verdadera práctica. A veces nos pasamos años practicando la
meditación formal sin que nada cambie en nuestra mente, simplemente porque no
lo ponemos en práctica fuera de ella. Nos dejamos arrastrar por esta multitud de
pensamientos que nos invaden y que lo más probable es que ni siquiera sean
nuestros.
En este sentido Geshe Bengungyal
iba por el buen camino, de vago no tenía ni un pelo, todo lo contrario, la verdadera práctica es reconocer los
contenidos la mente, intenciones, pensamientos, imaginaciones… en todos los momentos de nuestra vida, porque son estos los que crean nuestra
desdicha o felicidad. Sin desarrollar Satya, una gran honestidad, esta labor es prácticamente imposible.
Llorenç Mestre
Llorenç Mestre