sábado, 1 de octubre de 2016

El poder del pensamiento y la meditación





Mi maestro de meditación, Guen Kelsang Tharpa,  para ilustrar sus enseñanzas budistas, siempre nos contaba la historia de un monje muy peculiar:  Geshe Bengungyal.  Este monje, no se sentaba a meditar de la manera tradicional, tampoco hacía ruedas de oración ni nada por el estilo.  Los demás monjes lo tenían por un vago e incluso era criticado por su actitud aparentemente poco disciplinada. Sin embargo, el mencionado Geshe,  se pasada las 24 horas del día observando su mente, sus pensamientos y sus intenciones.  Por cada pensamiento virtuoso (positivo) ponía una piedra blanca y por cada pensamiento no virtuoso (negativo) ponía una piedra negra.  Al final del día contaba el número de piedras blancas y de piedras negras.  Si las blancas superaban a las negras se felicitaba y si las negras eran superiores a las blancas se volvía más consciente de que tenía que trabajar más para refinar sus pensamientos.

Con esta enseñanza el maestro nos quería decir que lo importante es como llevamos la enseñanza a la práctica.  Podemos pasarnos horas y años meditando, alcanzar niveles de paz sublimes pero al salir de la meditación y volver a la vida cotidiana, dejarnos invadir por multitud de pensamientos distraídos, negativos o de dudosas intenciones, incluso,  a veces más que si no hubiéramos estado meditado.  Realmente meditar así no sirve para nada.  Únicamente  para tener un rato agradable como el que podríamos tener tomando cualquier tipo de droga. 

Entonces, para qué nos sirve la meditación?  Para mi la meditación es un entrenamiento de la mente en atención.  En darte cuenta de lo que está realmente sucediendo dentro y fuera de ella, si es que hay fuera de ella. Reconocer el dolor que provocan los pensamientos negativos  y el gozo que provocan los positivos y las buenas intenciones.

Reconocer la maraña de pensamientos  distraídos y las jugarretas de la imaginación durante la meditación,  nos  facilita ver que el mismo juego de la mente está sucediendo las 24 horas del día.  El momento posterior a la práctica de la meditación es la verdadera práctica.  A veces nos pasamos años practicando la meditación formal sin que nada cambie en nuestra mente, simplemente porque no lo ponemos en práctica fuera de ella.  Nos dejamos arrastrar por esta multitud de pensamientos que nos invaden y que lo más probable es que ni siquiera sean nuestros.

En este sentido Geshe Bengungyal iba por el buen camino, de vago no tenía ni un pelo, todo lo contrario,  la verdadera práctica es reconocer los contenidos la mente, intenciones, pensamientos, imaginaciones…  en todos los momentos de nuestra vida,  porque son estos los que crean nuestra desdicha o felicidad. Sin desarrollar Satya, una gran honestidad, esta labor es prácticamente imposible.


Llorenç Mestre