jueves, 5 de febrero de 2015

La vacuidad de las emociones




Nada es tal y como se nos aparece, que no vemos la realidad tal como es. Lo que vemos ahí a fuera depende de la mente, de sus estados. 

Tanto el apego como el odio son vacíos en sí mismos porque al mirarlos directamente, al investigarlos o hacernos íntimos con ellos no los encontramos. Al igual que no encontramos el cuerpo, la mente o el yo,  cuando miramos hacia nuestro odio tampoco lo encontramos,  se desvanece como un fantasma.

Mirar el enfado hasta sus últimas consecuencias, hace que la ilusión que es se revele y desaparezca en la vacuidad que se ha creado.  Es como un arco-iris, cuando nos acercamos desaparece y únicamente encontramos su vacuidad.

El problema es que creemos en la solidez de nuestras perturbaciones mentales.

Tenemos que aprender a ver claramente que la felicidad o el sufrimiento solo pueden venir de la mente.



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